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El campeón que vence al dolor: Rafael Nadal


En 2005 Rafael Nadal empezó una carrera contra el tiempo. Sí, una en la que el sueño por convertirse en el mejor tenista de la historia se confrontaría contra el peor enemigo que puede tener un atleta de alto rendimiento: su propio cuerpo.


Hoy, a 17 años de distancia, bien podría decirse que Rafa ha ganado la carrera. Sus 22 títulos de Grand Slam lo avalan como el tenista más ganador de todos los tiempos, y su corona número 14 en Roland Garros lo enaltecen como el Rey de la arcilla. Nadie nunca dominó una superficie como Rafael Nadal en París.

Sin embargo, esta carrera ha tenido sus consecuencias. Rafa vive con un eterno dolor en su pie izquierdo que ya no oculta o disimula; incluso, hoy que disfruta del momento más importante de su trayectoria, esta lesión es la que condiciona su futuro. Si Nadal aguanta, como lo ha hecho todo este tiempo, aún se podrán vivir más gestas como las últimas de este año; si no, hasta aquí llegó la exitosa historia del español.


“No puedo seguir compitiendo con el pie dormido, hay que encontrar una solución. Me encantaría seguir compitiendo, así que la próxima semana voy a hablar con varios médicos y contemplar diversas opciones. Recibiré un tratamiento de radiofrecuencia y espero que me ayude para disminuir el dolor. Mi médico me ha puesto varias inyecciones en los nervios del pie. Estoy jugando sin dolor, pero también sin sensaciones”, reconoció después de alzar el trofeo de Roland Garros.


Una carrera de dolor

Sin saberlo ni sospecharlo, en 2005 la historia de Nadal cambió para siempre. En junio, Rafa conquistó su primer Grand Slam en la arcilla de Roland Garros; sin embargo, a las pocas semanas se le diagnóstico que padecía el síndrome de Müller-Weiss en su pie izquierdo, una lesión degenerativa que debilita el hueso y la articulación astrágalo escafoidea. Sí, su más peligroso rival en el futuro no se llamaría Roger Federer o Novak Djokovic. Sería su mismo organismo.


Desde entonces Rafa tuvo que aprender a lidiar y convivir con el dolor. Así llegó el Roland Garros de 2006, 2007, 2008… hasta este de 2022 que es el número 14. También el dolor estuvo presente cuando conquistó por primera vez Wimbledon en 2008, el Australian Open de 2009 y el US Open de 2010. Y estuvo ahí cuando en 2015 y 2016 se fue en blanco aquejado por las molestias físicas, mismas que se acrecentaron en 2021 para privarlo de los Juegos Olímpicos.


Sí, el dolor y Rafael Nadal se han vuelto inseparables. Ayer estuvo presente cuando agrandó su leyenda al imponerse en tres sets al noruego Casper Ruud (6-3, 6-3 y 6-0), en uno de los juegos más tranquilos que ha tenido en los últimos años.


Pero la lesión no cede y amenaza con retirarlo definitivamente. “No jugaré Wimbledon tomando antiinflamatorios. Si no funciona el tratamiento me preguntaré si estoy listo para hacer una operación que no me garantiza ser competitivo y tardaría mucho en volver”, ha dicho el español de manera tajante.


Y sí, el fin puede estar cerca. Eso todo mundo lo sabe. Pero Rafa, el campeón que se ha atrevido a desafiar al mismísimo dolor, tendrá siempre la última palabra para jugar un set más... tal como ha escrito su leyenda desde que ganó su primer Roland Garros en el ya lejano 2005.

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